sábado, 17 de diciembre de 2011

"La muerte del superyó"

Ya no sale más que mierda de mi boca.
Todo ha sido destruido.
Y sé la razón: he sido un maleducado 
y por ello percibo esa sensación de...
sabor a mierda que no huele.

Me destruye la sensación de ingravidez:
destilo penas de mi saliva.
¿Qué cojones ha pasado
en estos diecitantos?
Acaso nada ni nadie.

Siento la más triste de las congojas
y tengo miedo de lo que no comprendo,
es miedo letal:
aterrador miedo que hace
desvanecer a mi superyó,
si firme antaño
hoy difunto.

Lo mío es el amor puro:
ver la sangre fluir
entre los ríos de su vientre,
a lo lejos,
me mata y me aterra.

Odio –amo- el océano éste,
que hay enfrente de mi alcoba
pues me recuerda día tras día
que libertad y quimera se confunden,
si acaso, amor, tienes pasado.
Quítame los diecinueve –le digo-
y déjalos, si procede,
en ochenta sin pasado y sin futuro,
o plántalos, si procede quizá,
en dos o en uno,
o mejor,
amor,
en ninguno.

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