sábado, 10 de mayo de 2014

Sencillo.


Estás tan lejos, oye, que casi eres una estrella; siempre me entero de tus luces con retraso, quizá incluso ya no exista para ti. Qué le vamos a hacer. Y reconozco que he buscado mucho, muchísimo, la forma de definirte y no la he encontrado: fugitiva, imposible, versátil, exótica como la flama de una vela, huyes a mi capacidad de expresión. Y de compresión también.

No sé muy bien por qué escribo estas idioteces. Te he perdido en tantas palabras profundas, en intrincadas y espesas ingenierías literarias que ahora, al final, cuando la tristeza se hace hastío, lo último que quiero es ponerme a deshilachar toda la parafernalia. Es por ello que me decidí a hablarte de la sencillez de este pensamiento, de la sutil sencillez con que te sueño:

tus manos, como una guillotina, barriendo la terraza de la cafetería mientras yo me hincho a servir descafeinados a las siete de la tarde. “¿Cuándo acaba tu turno?” “No lo sé aún, ¿quién eres?”. No lo sabes, pero no me importa. Te espero una hora en la puerta o quizá fueron dos, de pie, leyendo uno por uno todos los neones de la calle, que ya habían empezado su faena. Al final, andando juntos, casi en paralelo, me dejas tocar tu mano incitando a la casualidad, tierna, tímidamente. Interrumpes muy graciosa un segundo tu soliloquio, te haces la sorprendida, sonríes a media luna y me cazas los dedos. Terminamos en un banco de madrugada, contándonos mil perrerías estúpidas, partiéndonos, compartiéndonos, viendo despuntar el día.


Fue de esta manera como me di cuenta, segundo a segundo, gracias a ti, de lo pronto que amanece el Sol en la cárcel del cielo.

lunes, 18 de noviembre de 2013

"Cerebropez"


Dices que eres una niña y que siempre sonríes. Y en ese absurdo y quimérico (irreal, estúpido, desesperante) estado seguimos durante horas, si no consigo que te pongas el traje de mujer.

Pero ay si te lo pones.


Porque si te lo pones, cambias los matices de cualquier soledad congénita -incluso de la mía-, arrasándola a ratos...; eres la sutileza de una seriedad elegida, la elegancia sublime de una sonrisa tranquila, el verde esmeralda de los ojos que seduce sin apenas buscarlo. Me duele como un alacrán sin piedad en la zona de la tráquea la cadencia sigilosa y divertida de tus manos, el espasmo natural de tus labios cuando quiebras la risa o buscas que te bese. Y se me encoge la caja torácica cuando me cuentas lo triste que has estado a veces, cuando no mientes, cuando te olvidas de que posees un cuerpo bonito y te dejas llevar y te pones nerviosa; porque es entonces y sólo entonces, cuando eres perfecta.

lunes, 28 de octubre de 2013

"Tampoco tanto eh..."

A tu voz dorada.


Nos hallamos de madrugada sentados
en las acogedoras raíces de un viejo sauce
o qué sé yo.

Todos gritan y se buscan los labios,
todos bailan y vociferan y se drogan,
y se matan.

Y empieza a emanar de tu boca
como si dejara de pertenecerte
al perderse el contacto con tus labios
el cielo o el infierno o las aguas estigias
o qué se yo.

Cantas sutil, como nunca había escuchado,
tierno, vete tú a saber por qué,
como un sonajero de whisky.

Cantas como beatificando notas
imitando el sonido de las lágrimas
resbalando agónicas por tus mejillas.

Fue un instante de tormenta belicosa,
te nacía un huracán de la garganta,
un huracán de amapolas melancólicas.

Con esto no quiero decirte nada en especial
sólo que cuando tú cantas,
se forma un atasco de padre y muy señor mío
donde las mariposas beben cerveza y fuman en pipa,
allá lejos, 
lejos,

a las puertas del paraíso.

sábado, 3 de agosto de 2013

.

Duele demasiado como para no ser real.
Y no puedo hacer nada.

Enhorabuena a los pájaros por el cielo.

jueves, 23 de mayo de 2013

Me da igual si soy cruel cuando te digo.



Me da igual si soy cruel cuando te digo
que me gustaría ser tu tiempo
para que perderme fuera para ti
lo mismo que perderte.

Me gustaría ser ese bolso de Gucci
del escaparate de la calle Gran Vía,
para que siempre andases por ahí,
hablando de mí con los ojos vidriosos.

Y me gustaría, y no me importa reconocerlo,
ser el imbécil ese de cuarto curso
que miras embobada mientras estudias
en la biblioteca gris de tu facultad.

Sin embargo, ironías de la vida,
acabo siendo siempre yo
el que se pierde cuando te pierde,
siempre yo el imbécil que te mira
embobado en recuerdos que ya solo saben
a ceniza mojada en cerveza sin alcohol.

martes, 26 de febrero de 2013

El abismo.



Sabes que siempre juego
muy al borde de las cosas,
que al otro lado
de los muros que me cercan
sólo hay afilados cuchillos
esculpidos por el mar, el viento
y la arena.
Sabes también que el miedo
no sabe nadar y que yo
soy más bien de espíritu débil.
Devuélveme por ello,
el revólver que te presté
anoche,
Laura,
porque,
si el miedo huye, la soledad
no me gusta pero
si decide quedarse prefiero
un pedazo de plomo en mi cerebro,
a diez mil pájaros que me susurran
los secretos de lo desconocido.

domingo, 27 de enero de 2013

Inhóspito.



Me meto sin raparos
la cabeza en el pecho y veo
que es mentira todo lo que creo
la cabeza en el pecho y veo
que los segundos y la carne
huelen a parásito.

Humo.
Me saco la cabeza del pecho
y veo…
Humo.

Y me vuelvo a meter sin reparos
la cabeza en el pecho.