lunes, 28 de octubre de 2013

"Tampoco tanto eh..."

A tu voz dorada.


Nos hallamos de madrugada sentados
en las acogedoras raíces de un viejo sauce
o qué sé yo.

Todos gritan y se buscan los labios,
todos bailan y vociferan y se drogan,
y se matan.

Y empieza a emanar de tu boca
como si dejara de pertenecerte
al perderse el contacto con tus labios
el cielo o el infierno o las aguas estigias
o qué se yo.

Cantas sutil, como nunca había escuchado,
tierno, vete tú a saber por qué,
como un sonajero de whisky.

Cantas como beatificando notas
imitando el sonido de las lágrimas
resbalando agónicas por tus mejillas.

Fue un instante de tormenta belicosa,
te nacía un huracán de la garganta,
un huracán de amapolas melancólicas.

Con esto no quiero decirte nada en especial
sólo que cuando tú cantas,
se forma un atasco de padre y muy señor mío
donde las mariposas beben cerveza y fuman en pipa,
allá lejos, 
lejos,

a las puertas del paraíso.