martes, 26 de julio de 2011

Pensamiento de un instante: 31.536.000 segundos.

Un vaso que se rompe
poco a poco,
como el mar llega a la orilla
rumiando.
Una vela gris
que entona en la duermevela
su último soneto atroz
como la hierba crece
entre los senderos
que al cielo conducen.
Una cama que me espera
desnuda
por el paso de los días
y la desidia
como ciervo entre pasillo de luciérnagas.
Un segundo que desaparece
tras cada pulsión
tras cada latido
inmundo,
como el río
entre los meandros
que ya no volveré a ver.
Una hora que tiro
al vacío de mi vida y mis historias,
como la nieve que llora
la luna esta noche.
Un día en mi bloc
para olvidar,
para pasar viendo pasar
el vaso, la vela, la cama,
cada segundo, cada hora,
como cada día que vivo,
como ayer y hoy y mañana
como mierda.
Porque de los días de mi vida
solo recuerdo el agua,
que resbala entre tus cabellos,
entre tus mejillas,
que me ahoga y me da frío,
por eso la amo,
porque me moja
y me da frío.
¿Cuándo llegará
-atiende a mis súplicas,
sino maldito-
el día en que polvo sea?
Esperemos pues,
luna de abril,
que sea mañana.
Buenas noches.

martes, 12 de julio de 2011

Ya, a nadie.

Gracias por el tiempo y las horas,
por las sonrisas y las fresas,
pero, como siempre, adiós.


Mientras rozan tus dedos con dulzura,
amalgama de luces y matices,
raudas las tristezas de mi alma y dices
-¡inventas!- que nuestra amistad es pura…

Aunque siento el aura altiva y oscura
jocosa que alza de tu faz barnices,
ornamento más propio de perdices
sosas, que de tu celestial blancura…

Espero aterrado tu despedida
fraguada con desdén en esa estrella
azul del cielo… en la que está mi vida.

Porque este soneto que mi alma sella
tiene entre letra y víscera, perdida,
la flor de su nombre: descúbralo ella.

Odio la pluma y el papel ...

Odio la pluma y el papel,
la amistad, la ilusión.
Odio las sonrisas histéricas,
las amapolas del campo,
servidoras clave de los ojos
que antaño señores
de mi feudo fueron.
Y es que todo sabe
a desesperanza y voluntad,
a miedo, y soledad.
El futuro busca soles en el mar,
y veo gorriones en las techumbres
de los rascacielos.
Todo me recuerda a sus ojos:
la impotencia que procura
el huir de las palabras
cuando entre mis manos
las creo encontrar.
Cómo odio el silencio,
el silbar del viento que,
como ciega reminiscencia de su voz,
clama en mi cabeza.
Será que huyo a lo imposible,
que temo al verso que se apaga,
que el sentido que otrora
como estandarte de mi ser portara,
hogaño descansa en el diván
del loco que entre montañas habita.
Será que no quedan letras
en el abecé de los que aman
para apagar la flama
que en mi alma aflora.
Y ahora resulta que
en estos tiempos de tabaco y ginebra,
el viento es viento,
el cobarde, cobarde,
y, el preso -¡cadenas ,matadme¡-, preso.

Punto y coma de noche.

Ya. Es como ser así. Brioso corcel. Triste. Sin tiempo. Lloroso de adiós. Prestome un alma la noche: alma de un donnadie. Para el día. Para el mediodía. Para los cruces de miradas rudas y toscas, como las de cualquier espíritu noble. Veo. No veo. Sé que dudo. Miedo. Eso está ahí y yo también. ¿Qué será? ¿Quién, quizá? Bruces. Cruces. No. Es ausencia. Reminiscencia de tu cuerpo. Cierto. Que miento… que siento lo que no creo que veo. Leo. Leo de leer libros. Pulsa las teclas y llora. Mora, el viento en mi cabeza, el frío en mi espinazo, el llanto en mis pupilas, la luz de mi ceguera en los dientes amarillo-tabaco. Opaco el pecho de humo. Sumo. A lo sumo. Fumo. ¿Qué uno? Dedos y dados a una. ¿Qué más da? Mi cabeza va a estallar. Revienta. Sienta ella mis congojas. Iluso estúpido. La amas. Es la ama. La ama mi alma. La cama la llama. Duerme y arde.