martes, 12 de julio de 2011

Ya, a nadie.

Gracias por el tiempo y las horas,
por las sonrisas y las fresas,
pero, como siempre, adiós.


Mientras rozan tus dedos con dulzura,
amalgama de luces y matices,
raudas las tristezas de mi alma y dices
-¡inventas!- que nuestra amistad es pura…

Aunque siento el aura altiva y oscura
jocosa que alza de tu faz barnices,
ornamento más propio de perdices
sosas, que de tu celestial blancura…

Espero aterrado tu despedida
fraguada con desdén en esa estrella
azul del cielo… en la que está mi vida.

Porque este soneto que mi alma sella
tiene entre letra y víscera, perdida,
la flor de su nombre: descúbralo ella.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado. Por cierto ya he encontrado la flor oculta. Ya me hablarás de ella... :)

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  3. Jaja, muchísimas gracias Manolo. Es todo un honor que leas mis poemas. ¿Has encontrado la flor? Pues no le digas a nadie dónde la he escodido. Jeje, pero te habrás percatado también de que no es un poema de amor al uso, sino más bien de amistad. Hablaremos, sí, hablaremos. ¡Y espero que pronto!

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