miércoles, 12 de octubre de 2011

El consuelo de la luna.

Sé que vendrá cada noche
y yo la recibiré en mi casa,
hasta que me vacíe.


Vamos a cerrar las puertas a lo onírico,
a parar el tiempo y las congojas,
a olvidar los altruismos estériles,
a matar los pájaros sin balas.
Vamos a cercar las oportunidades,
a cegar la estrella y el mar,
a tirarnos a las calles,
a silbar.
Para los delirios,
detén el llanto,
los abismos te distraen
la aurora queda bajo el mantel,
y el cielo está rojo muerte.
Vivir de nada,
morir por todo,
llorar sin consuelo
y nada más,
destierro,
duelo,
velo,
quedo,
frío y triste
a las orillas de tu alma,
por el amor que te profeso,
por la vida que se apaga bajo una farola,
en invierno.
Y… ¿Qué mirar ahora?
Me mata la desesperación,
todo queda atrás,
no soy quien vive,
porque estoy solo.
Solo, solo, solo.
Angustia del consciente,
que se ahoga en sus lágrimas.
Y pararé el cielo
para unirme al ejército celeste,
de estrellas y pájaros.
Rotos los cristales y perdido el tiempo,
se detendrá solitario el gavilán
en las paredes de la gruta:
el destino no es sino el pasado.
Triste, me invade la nada,
el adiós, el “ya nos veremos”,
y no puedo andar.
Tengo entumecidos los dedos del alma.
Frío atroz, llanto en París
nada tiene sentido.
Soledad plena
que alcanza el sinsentido
en tu recuerdo.
Amor.
Amor del ciego y del cuerdo,
del loco y de aquel
que ya no puede más.
Los labios que otrora me ofreciste
matándome están.
¡Fuego!
Ardor del alma,
ceguera mortal.
Vida que no es vida.
Paseo hasta el arco triunfal.
Tus manos descienden por mi cuerpo
y siento el aliento de tus delicias
en el gaznate.
Anhelo el suspiro que me llame:
“Ven”,
para no volver jamás.
Y miro tus ojos y enloquezco,
sublimes y altivos como pocos,
cicuta celeste de mi angustia.
“Mírame…” , dime, y la eternidad
pasaremos juntos,
cerca, frente a frente.
Y torna en desilusión la vida,
desdicha atroz del consciente
y descubro tu inexistencia,
la soledad,
mi llanto en la alcoba de tus senos.
Todo es miedo.
Y me detengo, y avanzo, y nada.
Impotencia del lastimero amor
que te profeso.
Y el tiempo deja de sentirse
para matar el canario de la ventana.
La luna dejó a la noche sola,
para compañía procurarme
en tan angustiosa velada.
El candil iluminaba sus ojos,
su tez pálida ahora en nube tornaba,
su cabello dejaba de ser sensible,
pues la sensibilidad misma era.
No era.
El tiempo se detuvo esa noche.
Y lloraba.
Y al sentir sus labios
preguntándome la hora
aprecié el reloj roto,
y los segundos, cómo no,
parados.
Y la besé.
Fue sencillo y tierno,
como el almendro en primavera.
vivaz y ardiente,
como el sol de mediodía,
bravo e infinito,
como el mar.
Me olvidé de mi nombre
del amor,
 de todo.
Es su boca.
Solo me detuve para contemplar sus ojos,
ardientes, como el cabello
que de su testa colgaba.
Atroz, infinita, inefable…
¡oh conquista del pobre!
Ya se desvaneció todo.
Mi vida cae,
y yo me muero,
el sinsentido roza la razón
y no queda más que llorar
letras que no saben a nada,
letras vacías,
letras de nadie,
letras ciegas,
letras mudas,
letras de ayer,
letras inmortales,
por nacer ya muertas,
simplemente eso,
letras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario